Hola amigos.
La entrada de hoy será algo diferente. En lugar de contaros lo que he hecho, os contaré lo que he leído en los últimos días.
Resulta que ahora mismo estoy terminando de leer Bushido: The soul of Japan, un famoso libro que explica la mentalidad japonesa. Su autor, Inazo Nitobe, fue un importante escritor y estadista japonés de principios de siglo XX criado en un clan de samurais. Tras pasar muchos años fuera de su país decidió escribir un libro con el que presentar Japón al mundo exterior, desconocedor de su cultura e idiosincrasia.
De hecho, la palabra bushido significa literalmente el camino del guerrero, por lo que el libro se centra en la educación y mentalidad del samurai tradicional, explicando por extensión cómo dicha percepción del mundo tuvo su influencia en el Japón moderno.
Dicho esto, centrémonos en lo que nos atañe hoy. El capítulo que más me ha sorprendido de todo el libro no es el que habla sobre el suicidio ritual, ni el que describe los valores fundamentales de la educación de un samurai, ni tampoco el que menciona la importancia de la espada para el guerrero, sino el que explica la posición de la mujer en la sociedad japonesa.
Habitualmente pensamos que Japón es un país eminentemente machista. De hecho, yo mismo lo pensaba antes de venir, y durante mucho tiempo he mantenido dicha opinión. Para los extranjeros da la sensación de que la mujer ocupa siempre un papel secundario en la vida social, así como en cualquier matrimonio. Por ejemplo, es bastante común que la mujer desempeñe todavía la labor de ama de casa mientras su esposo sale a trabajar, lo que en muchos casos relega a la mujer a un papel puramente casero, que puede ser interpretado como servicial hacia su marido.
No voy a entrar a discutir u opinar sobre estos puntos. Eso requeriría una entrada bastante larga (¡¡sabéis muy bien cómo me puedo enrollar!!). Me limitaré a comentar el punto de vista de Inazo Nitobe, el cual resulta un clarísimo ejemplo de pensamiento radicalmente distinto al occidental.
La idea principal que se desprede del capítulo es la sumisión por el bien de la comunidad. El autor reconoce que la mujer japonesa suele vivir para su marido, realizando todas las labores del hogar y cuidando a los niños. Por lo tanto, admite que la mujer tiene un cometido bien claro, del que no debe separarse. Sin embargo, y éste es el punto que me ha resultado curioso, considera que también el hombre ha de cumplir una misión, un cometido que va más allá de sus gustos o apetencias personales. Usando el ejemplo del samurai, Inazo Nitobe nos diría que el guerrero tiene la obligación de servir a su señor y serle leal cada día de su vida. Incluso si eso significa luchar en la guerra o ir al encuentro de la muerte, no hay otro camino posible para el samurai. Por lo tanto, aunque la esposa tiene unas obligaciones caseras de las que no puede escapar, también el esposo ha de cumplir con lo que se espera de él.
¿Y por qué es esto tan diferente a lo que pensamos en occidente?
En mi opinión la principal diferencia es la importancia que en occidente damos al individuo. Solemos animar las diferencias entre miembros de la comunidad y la búsqueda de metas personales más allá de los intereses del equipo. Cuando hacemos algo no lo hacemos pensando en si ayudará a nuestra escuela, o a nuetra compañía, o a nuestra nación, sino sencillamente si nos ayudará a nosotros. Y eso está bien a nuestros ojos.
Sin embargo, la mentalidad japonesa está dirigida hacia la colaboración y el bien común. Un trabajador de una empresa japonesa piensa en su empresa como en su propia familia, y rara vez se oye a un japonés hablar mal de su jefe o de la compañía en la que trabaja. Hay una sensación de equipo muy patente. Por ello, los individuos están dispuestos a sacrificar sus gustos personales, su individualidad, por el objetivo común.
De modo que el samurai irá a la guerra porque es lo mejor para su señor feudal mientras su esposa se queda en casa para criar al hijo que algún día se convertirá en samurai. Cada uno tiene claro su papel en la función. Un japonés no considerará machista que la mujer tenga que hacer el trabajo del hogar, al igual que no verá feminista que el hombre tenga que trabajar cada día en la oficina. Simplemente ambos hacen lo que se supone que deben hacer.
El libro, con este curioso capítulo del que no os hablo más por no llenar esta entrada, me ha mostrado cómo un concepto tan arraigado en nuestra mentalidad occidental, el individualismo, puede ser secundario en Japón. Y no sólo eso, también me ha enseñado que cualquier juicio de valores que haga sobre lo que veo en una cultura extraña se encontrará contaminado por mis propios valores.
Espero que este punto de vista os haga reflexionar del mismo modo que me lo ha hecho a mí. Resulta realmente impactante cómo puede tenerse una concepción del ser humano y su lugar en la sociedad tan diferente a la que tenemos en occidente.
¡Hasta la próxima entrada!
jueves, 4 de junio de 2009
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2 comentarios:
bueno, por algo están donde están.....
perfecto !
me encanto
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